El planeta rojo. Marte y sus misterios

Como cuerpo celeste, el planeta rojo fue conocido por las primeras civilizaciones que aparecieron en la Tierra. Pero la primera persona que estudió realmente el planeta fue Asaph Hall, que también descubrió los dos satélites de Marte, dándoles los nombres de Fobos (miedo) y Deimos (horror), lo que ocurrió en 1877 y desde entonces los científicos no se han preocupado por este "orbe sangriento". Entonces, ¿por qué nos interesa tanto Marte? ¿Y cuáles son sus características y rasgos? ¿Podrá el hombre colonizarlo alguna vez? Viajemos juntos a este misterioso planeta.

Aparte de la Luna, sólo hay otro planeta al que hayamos enviado robots sobre ruedas: Marte, nuestro "vecino" espacial, si es que se puede llamar vecino a un cuerpo celeste situado a 228 millones de kilómetros de media. Sin embargo, otros planetas están mucho más lejos y son menos "hospitalarios".

La superficie de Marte
Un rover en la superficie de Marte.

¿Por qué Marte se llama el planeta rojo?

Por supuesto, ya has adivinado que este planeta se llama rojo por su tonalidad, surgida de la gran cantidad de óxido de hierro que hay en su superficie, circunstancia que le confiere ese característico color reconocible a simple vista en el cielo nocturno. Pero en realidad "nuestro vecino" es un desierto frío e inhóspito, con una atmósfera delgada y mortífera, temperaturas que hacen imposible la supervivencia y fenómenos meteorológicos más destructivos y terribles que todos los tornados más mortíferos que hayan pasado por la Tierra.

Entonces, ¿por qué un lugar tan poco amigable ha atraído un interés genuino durante décadas? Bueno, es que, como en el caso de Venus, no siempre fue así. Lo sorprendente es que la vida haya podido surgir en estos dos planetas al mismo tiempo, hace más de 4.000 millones de años.

Al igual que la Tierra, su "vecino" tiene ciclos estacionales, casquetes polares de hielo, cañones y canales sin cortar que atraviesan el suelo, todo lo cual apunta a la antigua presencia de agua. Se cree que cuando el Planeta Rojo era aún joven, estaba lleno de ríos y lagos no muy diferentes de los de la Tierra. El rover Curiosity, que lleva trabajando en la superficie desde 2012, ha encontrado rocas indicativas de un pasado acuático en el cráter Gale, el lugar de aterrizaje del rover, que debió ser un lago marciano. Varias veces se llenan y se hunden, como ocurre con los lagos de nuestro planeta. Además, ciertos tipos de minerales y sedimentos encontrados, sólo podrían haberse formado en presencia de agua líquida.

Entonces, ¿a dónde fue a parar todo? Es, una vez más, la atmósfera, ese sorprendente escudo. Se cree que, de alguna manera, la atmósfera se quedó sin oxígeno y, por el contrario, se saturó de dióxido de carbono, a tan sólo un 1% de la presión del aire que respiramos. Todo ello contribuyó a la desaparición del agua, que el planeta no podía "sostener" bajo la gravedad del Sol.

Pero todavía hay agua en la superficie, depósitos que se encuentran bajo los gruesos casquetes polares helados. Donde la vida, aunque sea primitiva, es muy posible. Otros rastros de agua líquida y salada parecen estar asociados a las vetas de suelo húmedo que otra sonda de la NASA, la Mars Reconnaissance Orbiter (MRO), ha fotografiado en los bordes de los cráteres marcianos: se cree que el agua emerge del suelo y se evapora una vez que llega a la superficie (si no se congela a los -40 grados centígrados marcianos medios, es porque las sales que contiene reducen el punto de congelación).

Los científicos sugieren que el pasado "húmedo" del planeta tuvo condiciones básicas de hábitat durante al menos unos cientos de millones de años. Ahora se busca el rastro de la vida de antaño con instrumentos científicos enviados a la órbita del Planeta Rojo y a su superficie. Sin embargo, no se imaginen a los marcianos de las películas: ahora bien, si se detecta vida, es probable que se trate de microbios capaces de soportar temperaturas críticas y falta de oxígeno, tal vez haya algunos "refugios" bajo la superficie. En algunos de los desiertos de la Tierra, donde llueve una vez cada 10 años, las bacterias consiguen sobrevivir, y quizás allí también ocurra algo similar.

El hombre en el planeta Marte. ¿Es posible alcanzar este objetivo?

El 26 de noviembre de 2018 aterrizó InSight, un módulo de aterrizaje (es decir, un robot "estático" que no se mueve en la superficie); escuchará el núcleo interno del Planeta Rojo para averiguar si se producen terremotos. En los días siguientes, InSight sorprendió al mundo grabando el sonido del viento marciano: escucha esta voz de otros mundos

El sonido del viento en Marte.

Como todo el mundo entiende, se trata de misiones exclusivamente robóticas. El vuelo humano implica una serie de importantes obstáculos tecnológicos, empezando por los motores y el combustible. Además, hay que tener en cuenta el agotador viaje de al menos seis meses y el hecho de que los dos planetas están en movimiento todo el tiempo, lo que significa que hay que calcular una trayectoria de vuelo precisa.

Y luego está el problema del aterrizaje "imposible" de las naves espaciales en una atmósfera en la que incluso los vehículos más ligeros tienen dificultades para frenar, por no hablar de los problemas de supervivencia... si es que llegamos. Tendremos que aprender a producir oxígeno y alimentos localmente, a extraer agua. Porque los suministros se agotarán tarde o temprano, y también desarrollar la producción de combustible. Y por último, tendremos que protegernos de la radiación a la que estaremos expuestos fuera de la magnetosfera terrestre, necesitaremos una especie de "escudo" que nos proteja de las partículas cargadas del viento solar.

Hasta ahora, el único que ha presentado un plan más preciso (pero extremadamente ambicioso) para lograr este objetivo ha sido Elon Musk, el "papá" de la empresa espacial privada SpaceX: planea hacer un intento en 2024, utilizando un cohete colosal tan potente como 400 grandes aviones de pasajeros, una nave espacial que hará varias "paradas en boxes" de combustible en el camino. Quién sabe, quizá en el futuro nos convirtamos en una raza interplanetaria. Si, por supuesto, aprendemos a vivir en paz como una sola especie. Dejemos de aferrarnos a la ilusión de la superioridad material y dirijamos nuestra mirada a miles de millones de kilómetros en el espacio, donde nos aguarda un vasto Universoque espera que resolvamos por fin todos nuestros "problemas menores" y nos unamos a él.

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